sábado, 18 de julio de 2009

"Mar, pescador y Niña"-Kelly Shagón


María Luisa era una quinceañera de ojos negros vivaces.

Esa tarde conocería el mar. Su regalo.

Bajó del auto despacio, extasiada ante tamaña belleza.

Subyugada por el olor y los sonidos de las olas, caminó despacio hacia el mar. Alguna vez escuchó también “la mar”. Eso se convirtió en un interrogante por el cual se avergonzaba.

¿Cómo se dirá pensaba? Ella estaba con su familia y su prima que siempre la corregía.

Se alejó del grupo y la pregunta le palpitaba en su alma adolescente. Como una flecha corrió hacia un pescador con su barca derruida de tantos viajes.

Lo vio humilde, sencillo, desarropado, ausente.

Mientras faenaba a la orilla ¿De El Mar o de La Mar? Su duda saltó nuevamente como una langosta hambrienta.

- Señor, discúlpeme que lo moleste, ¿Cómo se dice, La Mar o El Mar?

Él levantó los ojos despacio y contestó:

_Cierra los ojos niña y escucha el sonido que provoca, respira profundo.

Ella, sorprendida, accedió. Escuchó al mar como una serenata de bienvenida, respiró profundo y descubrió el olor de las sirenas.

Antes de abrir los ojos, escuchó decir al pescador:

-Es La Mar pequeña. La comparo con una mujer, compañera bella, y si tengo suerte, será mi tumba.


miércoles, 15 de julio de 2009

"No me olvides"-Graciela Ferreyra de García


Inclina tu corazón sin censura

he muerto sin miedos

no me olvides.

Tengo paz en mis rodillas

no me dejes sin agua

soy melancólica

sufro de madura edad

indiferente al látigo

me resbalo en pisos que brillan

me quiebran las corrientes

no me dejes sin pan

no me olvides.

Enjaulada de recuerdos

he muerto sin pensamientos inmorales

embellecida de tristezas

distraída de murmullos

encadenada de emociones

mi alma dócil te ruega que no me olvides.



lunes, 13 de julio de 2009

105 aniversario del gran Pablo Neruda


La América del sur fue siempre tierra de alfareros. Un continente de cántaros. Estos cántaros que cantan los hizo siempre el pueblo. Los hizo con barro y con sus manos. Los hizo con arcilla y con sus manos. Los hizo de plata y con sus manos. Siempre he querido que en la poesía se vean las manos del hombre. Siempre he deseado una poesía con huellas digitales. Una poesía de greda para que cante en ella el agua. Una poesía de pan, para que se la coma todo el mundo. Sólo la poesía de los pueblos sustenta esta memoria manual. Mientras los poetas se encerraron en los laboratorios, el pueblo siguió cantando con su barro, con su tierra, con sus ríos, con sus minerales. Produjo flores prodigiosas, sorprendentes epopeyas, amasó folletines, relató catástrofes. Celebró a los héroes, defendió sus derechos, coronó a los santos, lloró a sus muertos. Y todo esto lo hizo a pura mano. Estas manos fueron siempre torpes y sabias. Fueron ciegas, pero rompieron las piedras. Fueron pequeñas, pero sacaron los peces del mar. Fueron oscuras, pero buscaban la luz. Por eso esta poesía tiene ese sortilegio de lo que ha sido creado entre las cosas naturales. Esta poesía del pueblo tiene ese sello de lo que debe vivir a la intemperie, soportando la lluvia, el sol, la nieve, el viento. Es poesía que debe pasar de mano en mano. Es poesía que debe moverse en el aire como una bandera. Poesía que ha sido golpeada, que no tiene la simetría griega de los rostros perfectos. Tiene cicatrices en su rostro alegre y amargo. Yo no doy un laurel a estos poetas del pueblo. Son ellos los que a mí me regalan la fuerza y la inocencia que debe informar toda poesía. Son ellos los que me hacen tocar su nobleza material, su superficie de cuero, de hojas verdes, de alegría. Son ellos, los poetas populares, los oscuros poetas, los que me enseñan la luz.

Prólogo para el libro “La lira popular”, publicado en Santiago de Chile en 1966. (De “Para nacer he nacido”)