
y perdimos el sendero,
no recuerdo cuándo
ni dónde
ni por qué,
¿vos sí, querido?
Perdidos en la espesura
de mi llaga y tus espinas,
las sombras de la fingida indiferencia
nos arrastran
hasta ese seno turbio tan diferente al mío
que alguna vez nos hizo uno.
Ayer, hace ya tanto,
fui el panal acurrucante
de tus días, los primeros,
y ahora...
¿Dónde están las astillas,
los escombros que le faltan
a éstas, nuestras ruinas?
Quiero unirlas no sin vos,
mas sin qué hacer
sin qué decir
apenas gimo a la almohada
pùas saladas e informes.
Ah... si al menos
mis lágrimas, como machetes,
abrieran un huella
de redención
para los dos...
Hijo mío...