sábado, 16 de mayo de 2009

"El llamado"-Graciela Ferreyra de García


La vieja rancia

no murió de enfermedad visible.

La madre nodriza

derramó su sangre

por los océanos y las cumbres.

La santa insana

tenía la peste definida del amor.

La sierva rebelde

clamaba por desatar las cadenas de agua

y escuchar su nombre

en la melodías de los rumiantes.

La vieja padecía

de una espina insertada en sus oídos

y no oyó.

A la madre no la llamaron

mientras la sierva siempre esperaba

y la rebelde no se moría.

La loca canta

a la imagen tallada de sus críos

despegada de los santuarios

con un chaleco enredado de lágrimas

y los labios abiertos

para responder al grito.



"Clara"-Graciela Ferreyra de García


La criatura voladora

extraña la vegetación de tu escritura

y en tu abecedario no existo.

Espero ser emitida por tu garganta,

y tu boca aún no me ha bautizado.

Puedes llamarme Clara

y acostarte en el hueco de la izquierda

para comer el pan masticado

que te guardé en la derecha.

Dejemos el medio libre

para atrapar los manantiales y el tiempo.

Desayunemos aire en los ojos del tazón

incendiemos la cueva con la tabla numérica

mientras los alerces nos cobijan

de los monstruos con sus genes

y de la porción estéril de la herencia.

Que nos traspase el vinagre

y en la exquisita bandeja plateada de la luna

brindemos

mientras mis alas sin nombre

duermen.


"Amparada"-Graciela Ferreyra de García


Se extinguió mi castigo,

cuando llegaste como madeja y sin huellas.


Mi piel estaba yerta

y las pálidas arterias eran viudas del tiempo.


Los orificios de las frutas y las flautas

vivían obstruidos

por la bruma del tiempo sin frases.


Con tu abanico de besos

se inclinó mi ánfora

y sentí las grullas beber de mi fuente,

el exquisito líquido púrpura

que zigzaguea por mis venas.


Disipo la dura soledad

y me aferro en la sombra de tus lunares.