domingo, 26 de diciembre de 2010

"SIGO EN LA SOMBRA, LLENO DE LUZ ¿EXISTE EL DÍA?"- Miguel Hernández


Sigo en la sombra, lleno de luz; ¿existe el día?
¿Esto es mi tumba o es mi bóveda materna?
Pasa el latido contra mi piel como una fría
losa que germinara caliente, roja, tierna.

Es posible que no haya nacido todavía,
o que haya muerto siempre. La sombra me gobierna.
Si esto es vivir, morir no sé yo qué sería,
ni sé lo que persigo con ansia tan eterna.

Encadenado a un traje, parece que persigo
desnudarme, librarme de aquello que no puede
ser yo y hace turbia y ausente la mirada.

Pero la tela negra, distante, va conmigo
sombra con sombra, contra la sombra hasta que ruede
a la desnuda vida creciente de la nada.

¿Puede acaso del dolor nacer de cuajo la esperanza?


¿Puede acaso el dolor nacer de cuajo la esperanza?

Siglo tras siglo tercas semillas

brotan audaces en tierras yermas,

cubren la muerte con puros brotes

de lirios, nardos, jazmines suaves

que sucias manos tornan sangrientos.

Manos de plomo manos rapaces

arrancan flores apenas nacen.

Inútilmente, con impudicia,

sesgan gorjeos,

ciegan septiembres.

Pero la sabia que vida pare

fluye sin merma… alimenta siempre…

hincha las venas… inunda arterias de son latente

que serán canto, canto en vertiente

que dará flores

rojas de vida que no de muerte,

sin deuda alguna, llenas de tiempo

y ojos ardientes de soles nuevos.

Cerrará heridas, abrirá puertas

hará estallar cristos de miedo -de acero y plomo-

poniendo en ellos ojos de poeta

que hacia el futuro lanzarán ecos.

¿Puede acaso del dolor nacer de cuajo la esperanza?

Flamas eternas, girando esperan

por la justicia, por la memoria

30.000 veces dicen y dicen

desde aquél jueves y para siempre:

Yo doy la vida. Yo digo ¡SÍ!


sábado, 25 de diciembre de 2010

Piú Avanti!!


Atravesando milenios de mandatos nacidos del dolor y del amor subyugado, surgen voces desbordadas de perenne resistencia. Silente rebeldía de féminas condenadas a la eterna ordalía sólo interrumpida por la divina merced de algún andante y ungido caballero, propietario sui generis de la honra con que honra a la caterva descastada de la especie.

Una, cientos, miles de voces que resuenan, ásperas y duras a veces, agónicas y exhaustas otras, de tanto dejar el pellejo entre sábanas, pañales y mortajas. Voces que se sublevan y levantan, inquisidoras, contra el universo atroz de semen enmohecido que carcome las conciencias inconscientes de la masa.

¿Cómo hacer que se despojen de las pústulas del sueño, de las llagas de la culpa, de las costras del silencio?

Liberando la palabra que libera. Tallando, cincelando, modelando, tejiendo... fraguando poesía. Así, como lo hacen muchas, sin estridencias felinas, sin silogismos prestados ni gimoteos vacuos. Así, suave pero firme, asentando sus plantas sobre profundas huellas de mujeres gigantescas, trashumantes en un mundo de pigmeos, forjadoras de senderos, que aunque hostiles, se repliegan ante el paso inclaudicable de quienes se saben vencedoras.



Dónde lloran las mujeres adúlteras

el desamor

Dónde esconden su pena?

Detrás de los cortinados

enjuagan lágrimas prohibidas?

Mientras hacen cocidos,

en las oficinas desoladas,

en las universidades,

en las plazas cuando pasean a sus hijos

o a los hijos de sus hijos?

Dónde guardan el dolor de la injuria

cuando cae la noche

Mientras tejen derecho y revés

pergeñan el infierno tan temido?

Dónde purgan el amor ausente

cuando el reloj da la hora del ángelus?

En que muro lapidan sus culpas?

Dónde golpean su pecho y acallan el grito

las necias mujeres infieles?



martes, 30 de noviembre de 2010

...a los cuatro y medio

No son mis manos, no son

las que aprietan el teclado

cada lágrima, una letra

cada ahogo, un silencio

llanto que sigo ahorrando

para no estallar por dentro

en cristales incompletos

(Que van a mirar

que ya miran

ojos inquisidores

...qué pasa...

nada nada... no... nada

nada nada, pero miento

y aunque lo saben, rehúyen)

Duelo azul duelo presente duelo de doler eterno

Sí duelo dolido duelo de cuatro años y medio

De cuatro de ausencia y medio mar llorado dentro

De insomnios y de pastillas

De garganta entumecida y entre los dientes, cenizas

Ay mamá… te extraño tanto

tanto que tanto duele

que ya soy toda costado

fija en esa hora artera

en que te vi despidiendo

una vida que te hartó de tanto pelear sin resto

Descansa mamá... descansa

no es nada el tiempo que falta…

una nada como cielo

Para que pueda yo darte aquello que estoy en falta

Vos y yo sabemos qué. Vos y yo nos lo debemos…


viernes, 22 de octubre de 2010

"La canción del gato que quería trepar a la luna"- Lucas Carrasco


Como lo imposible le era ajeno, insistía en subirse a la ventana y saltar, hasta donde pudiera. Nunca pudo sentarse en ese plato de luz que lo miraba, al contrario, se llenó de golpes contra el tacho de la basura y la vereda, pero lo seguía intentando. Enfrente de la casa abandonada desde donde el gato saltaba, vivía un músico negro que componía jazz. Un día, mirándolo saltar noche tras noche, hizo la canción del gato que quería trepar a la luna.
La canción era, como el jazz, melancólica y fluida, con una cadencia misteriosa y algo inatrapable. Cada vez que veía al gato, por la noche, trepar a la ventana, el negro se ponía los anteojos de sol, sacaba la trompeta y tocaba, con su propia ventana abierta.
El gato se acostumbró a escuchar la trompeta, la misma canción, cada vez que miraba a ese redondo de luz y saltaba. Noche tras noche de luna, el gato saltaba intentando sentarse sobre la luna, mientras escuchaba la misma melodía.
El negro enfermó y murió.
Estuvo tres días encerrado en su habitación, solamente el gato sabía que había muerto, porque trepó por la ventana y se quedó al lado de la cama.
Al negro se lo llevó la municipalidad cuando el olor se volvió insoportable. No hubo velorio y lo enterraron en una fosa común. Nadie preguntó por él. El gato siguió, desde detrás y jadeando, la furgoneta municipal. Se quedó atrás, mirando cómo enterraban al negro.
Todos los días, el gato visita la tumba del negro, mira la luna parado ahí, en el cementerio. No sabe que es la misma luna, pero sabe que nunca la alcanzará. Ya no hay música. El gato nunca sintió que había perdido la luna, el gato sintió que había perdido la música. Fue el primer gato que aprendió filosofía.

domingo, 25 de julio de 2010

"Llorar a lágrima viva" - Oliverio Girondo


Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


"Meter el diablo en el infierno" - Giovanni Bocaccio


Viniendo, pues, al asunto, digo que en la ciudad de Cafsa, en Berbería, hubo hace tiempo un hombre riquísimo que, entre otros hijos, tenía una hijita hermosa y donosa cuyo nombre era Alibech; la cual, no siendo cristiana y oyendo a muchos cristianos que en la ciudad había alabar mucho la fe cristiana y el servicio de Dios, un día preguntó a uno de ellos en qué materia y con menos impedimentos pudiese servir a Dios. El cual le repuso que servían mejor a Dios aquellos que más huían de las cosas del mundo, como hacían quienes en las soledades de los desiertos de la Tebaida se habían retirado. La joven, que simplicísima era y de edad de unos catorce años, no por consciente deseo sino por un impulso pueril, sin nada decir a nadie, a la mañana siguiente hacia el desierto de Tebaida, ocultamente, sola, se encaminó; y con gran trabajo suyo, continuando sus deseos, después de algunos días a aquellas soledades llegó, y vista desde lejos una casita, se fue a ella, donde a un santo varón encontró en la puerta, el cual, maravillándose de verla allí, le preguntó qué es lo que andaba buscando. La cual repuso que, inspirada por Dios, estaba buscando ponerse a su servicio, y también quién la enseñara cómo se le debía servir. El honrado varón, viéndola joven y muy hermosa, temiendo que el demonio, si la retenía, lo engañara, le alabó su buena disposición y, dándole de comer algunas raíces de hierbas y frutas silvestres y dátiles, y agua a beber, le dijo:
-Hija mía, no muy lejos de aquí hay un santo varón que en lo que vas buscando es mucho mejor maestro de lo que soy yo: irás a él.
Y le enseñó el camino; y ella, llegada a él y oídas de éste estas mismas palabras, yendo más adelante, llegó a la celda de un ermitaño joven, muy devota persona y bueno, cuyo nombre era Rústico, y la petición le hizo que a los otros les había hecho. El cual, por querer poner su firmeza a una fuerte prueba, no como los demás la mandó irse, o seguir más adelante, sino que la retuvo en su celda; y llegada la noche, una yacija de hojas de palmera le hizo en un lugar, y sobre ella le dijo que se acostase. Hecho esto, no tardaron nada las tentaciones en luchar contra las fuerzas de éste, el cual, encontrándose muy engañado sobre ellas, sin demasiados asaltos volvió las espaldas y se entregó como vencido; y dejando a un lado los pensamientos santos y las oraciones y las disciplinas, a traerse a la memoria la juventud y la hermosura de ésta comenzó, y además de esto, a pensar en qué vía y en qué modo debiese comportarse con ella, para que no se apercibiese que él, como hombre disoluto, quería llegar a aquello que deseaba de ella.
Y probando primero con ciertas preguntas, que no había nunca conocido a hombre averiguó y que tan simple era como parecía, por lo que pensó cómo, bajo especie de servir a Dios, debía traerla a su voluntad. Y primeramente con muchas palabras le mostró cuán enemigo de Nuestro Señor era el diablo, y luego le dio a entender que el servicio que más grato podía ser a Dios era meter al demonio en el infierno, adonde Nuestro Señor le había condenado. La jovencita le preguntó cómo se hacía aquello; Rústico le dijo:
-Pronto lo sabrás, y para ello harás lo que a mí me veas hacer.
Y empezó a desnudarse de los pocos vestidos que tenía, y se quedó completamente desnudo, y lo mismo hizo la muchacha; y se puso de rodillas a guisa de quien rezar quisiese y contra él la hizo ponerse a ella. Y estando así, sintiéndose Rústico más que nunca inflamado en su deseo al verla tan hermosa, sucedió la resurrección de la carne; y mirándola Alibech, y maravillándose, dijo:
-Rústico, ¿qué es esa cosa que te veo que así se te sale hacia afuera y yo no la tengo?
-Oh, hija mía -dijo Rústico-, es el diablo de que te he hablado; ya ves, me causa grandísima molestia, tanto que apenas puedo soportarle.
Entonces dijo la joven:
-Oh, alabado sea Dios, que veo que estoy mejor que tú, que no tengo yo ese diablo.
Dijo Rústico:
-Dices bien, pero tienes otra cosa que yo no tengo, y la tienes en lugar de esto.
Dijo Alibech:
-¿El qué?
Rústico le dijo:
-Tienes el infierno, y te digo que creo que Dios te haya mandado aquí para la salvación de mi alma, porque si ese diablo me va a dar este tormento, si tú quieres tener de mí tanta piedad y sufrir que lo meta en el infierno, me darás a mí grandísimo consuelo y darás a Dios gran placer y servicio, si para ello has venido a estos lugares, como dices.
La joven, de buena fe, repuso:
-Oh, padre mío, puesto que yo tengo el infierno, sea como queréis.
Dijo entonces Rústico:
-Hija mía, bendita seas. Vamos y metámoslo, que luego me deje estar tranquilo.
Y dicho esto, llevada la joven encima de una de sus yacijas, le enseñó cómo debía ponerse para poder encarcelar a aquel maldito de Dios.
La joven, que nunca había puesto en el infierno a ningún diablo, la primera vez sintió un poco de dolor, por lo que dijo a Rústico:
-Por cierto, padre mío, mala cosa debe ser este diablo, y verdaderamente enemigo de Dios, que aun en el infierno, y no en otra parte, duele cuando se mete dentro.
Dijo Rústico:
-Hija, no sucederá siempre así.
Y para hacer que aquello no sucediese, seis veces antes de que se moviesen de la yacija lo metieron allí, tanto que por aquella vez le arrancaron tan bien la soberbia de la cabeza que de buena gana se quedó tranquilo.
Pero volviéndole luego muchas veces en el tiempo que siguió, y disponiéndose la joven siempre obediente a quitársela, sucedió que el juego comenzó a gustarle, y comenzó a decir a Rústico:
-Bien veo que la verdad decían aquellos sabios hombres de Cafsa, que el servir a Dios era cosa tan dulce; y en verdad no recuerdo que nunca cosa alguna hiciera yo que tanto deleite y placer me diese como es el meter al diablo en el infierno; y por ello me parece que cualquier persona que en otra cosa que en servir a Dios se ocupa es un animal.
Por la cual cosa, muchas veces iba a Rústico y le decía:
-Padre mío, yo he venido aquí para servir a Dios, y no para estar ociosa; vamos a meter el diablo en el infierno.
Haciendo lo cual, decía alguna vez:
-Rústico, no sé por qué el diablo se escapa del infierno; que si estuviera allí de tan buena gana como el infierno lo recibe y lo tiene, no se saldría nunca.
Así, tan frecuentemente invitando la joven a Rústico y consolándolo al servicio de Dios, tanto le había quitado la lana del jubón que en tales ocasiones sentía frío en que otro hubiera sudado; y por ello comenzó a decir a la joven que al diablo no había que castigarlo y meterlo en el infierno más que cuando él, por soberbia, levantase la cabeza:
-Y nosotros, por la gracia de Dios, tanto lo hemos desganado, que ruega a Dios quedarse en paz.
Y así impuso algún silencio a la joven, la cual, después de que vio que Rústico no le pedía más meter el diablo en el infierno, le dijo un día:
-Rústico, si tu diablo está castigado y ya no te molesta, a mí mi infierno no me deja tranquila; por lo que bien harás si con tu diablo me ayudas a calmar la rabia de mi infierno, como yo con mi infierno te he ayudado a quitarle la soberbia a tu diablo.
Rústico, que de raíces de hierbas y agua vivía, mal podía responder a los envites; y le dijo que muchos diablos querrían poder tranquilizar al infierno, pero que él haría lo que pudiese; y así alguna vez la satisfacía, pero era tan raramente que no era sino arrojar un haba en la boca de un león; de lo que la joven, no pareciéndole servir a Dios cuanto quería, mucho rezongaba. Pero mientras que entre el diablo de Rústico y el infierno de Alibech había, por el demasiado deseo y por el menor poder, esta cuestión, sucedió que hubo un fuego en Cafsa en el que en la propia casa ardió el padre de Alibech con cuantos hijos y demás familia tenía; por la cual cosa, Alibech, de todos sus bienes quedó heredera. Por lo que un joven llamado Neerbale, habiendo en magnificencias gastado todos sus haberes, oyendo que ésta estaba viva, poniéndose a buscarla y encontrándola antes de que el fisco se apropiase de los bienes que habían sido del padre, como de hombre muerto sin herederos, con gran placer de Rústico y contra la voluntad de ella, la volvió a llevar a Cafsa y la tomó por mujer, y con ella de su gran patrimonio fue heredero. Pero preguntándole las mujeres que en qué servía a Dios en el desierto, no habiéndose todavía Neerbale acostado con ella, repuso que le servía metiendo al diablo en el infierno y que Neerbale había cometido un gran pecado con haberla arrancado a tal servicio.
Las mujeres preguntaron:
-¿Cómo se mete al diablo en el infierno?
La joven, entre palabras y gestos, se lo mostró; de lo que tanto se rieron que todavía se ríen, y dijeron:
-No estés triste, hija, no, que eso también se hace bien aquí, Neerbale bien servirá contigo a Dios Nuestro Señor en eso.
Luego, diciéndoselo una a otra por toda la ciudad, hicieron famoso el dicho de que el más agradable servicio que a Dios pudiera hacerse era meter al diablo en el infierno; el cual dicho, pasado a este lado del mar, todavía se oye. Y por ello vosotras, jóvenes damas, que necesitáis la gracia de Dios, aprended a meter al diablo en el infierno, porque ello es cosa muy grata a Dios y agradable para las partes, y mucho bien puede nacer de ello y seguirse.




domingo, 28 de marzo de 2010

Tantra - Manuel Ángel Vázquez Medel


En la más ciega oscuridad tus manos

son alas que a volar me incitan:

el cuerpo se hace leve: deja en tierra

el infinito peso de la carne, pero eleva

la luz que late en ascuas sobre el pecho.

Y desde el sexo al punto misterioso

en el que cielo y tierra se hacen uno

cruza la luz. Ya siento

mi cuerpo en otra parte: somos nada

fundida. Somos todo. Somos carne

que se transmuta en luz: pura energía.

Libélulas transitan por tu cuerpo;

mares azules

hacia el alba derraman

satines de oleaje.

Somos pura energía que abandona

la mitad inconclusa

donde el deseo es ansia de infinito

para ser -un instante-

la plenitud del gozo.

domingo, 28 de febrero de 2010

Preguntas de un obrero ante un libro - Bertold Brecht


Tebas, la de las siete puertas, ¿quién la construyó?

En los libros figuran los nombres de los reyes.

¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?

Y Babilonia, destruida tantas veces,

¿quién la volvió a construir otras tantas? ¿En qué casas

de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?

La noche en que fue terminada la Muralla China,

¿a dónde fueron los albañiles? Roma la grande

está llena de arcos del triunfo. ¿Quién los erigió?

¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,

¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa

Atlántida

la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban

pidiendo ayuda a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.

¿Él solo?

César venció a los galos.

¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?

Felipe II lloró al hundirse

su flota. ¿No lloró nadie mas?

Federico II venció la Guerra de los Siete Años.

¿Quién la venció, además?

Una victoria en cada página.

¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?

Un gran hombre cada diez años.

¿Quién pagaba los gastos?

Una pregunta para cada historia.

viernes, 12 de febrero de 2010

"Palabras para Julia"-Juan Goytisolo



Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

viernes, 22 de enero de 2010

Mujer irredenta - Gioconda Belli


Hay quienes piensan
que he celebrado en exceso
los misterios del cuerpo
la piel y su aroma de fruta.

¡Calla, mujer! – me ordenan –
No nos aburras más con tu lujuria
Vete a la habitación
Desnúdate
Haz lo que quieras
Pero calla
No lo pregones a los cuatro vientos.

Una mujer es frágil, leve, maternal;
en sus ojos los velos del pudor
la erigen en eterna vestal de todas las virtudes.
Una mujer que goza es un mar agitado
donde sólo es posible el naufragio.

Cállate. No hables más de vientres y humedades.
Era quizás aceptable que lo hicieras en la juventud.
Después de todo, en esa época, siempre hay lugar para el desenfreno.
Pero ahora, cállate.

Ya pronto tendrás nietos. Ya no te sientan las pasiones.
No bien pierde la carne su solidez
debes doblar el alma
ir a la Iglesia
tejer escarpines
y apagar la mirada con el forzado decoro de la menopausia.

Me instalo hoy a escribir
para los Sumos Sacerdotes de la decencia
para los que, agotados los sucesivos argumentos,
nos recetan a las mujeres la vejez prematura
la solitaria tristeza
el espanto precoz a las arrugas.

¡Ah! Señores; no saben ustedes
cuánta delicia esconden los cuerpos otoñales
cuánta humedad, cuánto humus
cuánto fulgor de oro oculta el follaje del bosque
donde la tierra fértil
se ha nutrido de tiempo.



lunes, 11 de enero de 2010

Happy new year - Julio Cortázar


Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.