miércoles, 30 de septiembre de 2009

Sin qué hacer...




y perdimos el sendero,
no recuerdo cuándo

ni dónde

ni por qué,

¿vos sí, querido?
Perdidos en la espesura

de mi llaga y tus espinas,
las sombras de la fingida indiferencia
nos arrastran
hasta ese seno turbio
tan diferente al mío
que alguna vez nos hizo uno.

Ayer, hace ya tanto,
fui el panal acurrucante

de tus días, los primeros,

y ahora...
¿Dónde están las astillas,

los escombros que le faltan
a éstas,
nuestras ruinas?
Quiero unirlas no sin vos,
mas sin qué hacer

sin qué decir
apenas gimo a la almohada

pùas saladas e informes.

Ah... si al menos

mis lágrimas, como machetes,
abrieran un huella
de redención

para los dos...

Hijo mío...


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