La arena entre los dedos
te resuena en la piel
un tacto que precisas,
una corteza de labios y de piedras,
y, tras los ojos,
precipicios sobre el mar.
En la despensa de las miradas,
que proteges del viento
como un tesoro frágil,
te resguardas del odio,
y la sangre, sin aliento,
enjuaga las palabras
y el dolor que se esparce.
Se escapa inalcanzable
y no puedes detenerla:
la arena se lleva
la mano que tanto has deseado;
no abandones la ternura
que guardabas en ella
hasta que la muerte te crezca
entre los dedos
y el olvido empiece a derruirte,
entonces se sabrá quién has sido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario