domingo, 9 de noviembre de 2008

"Revólver" de Fernando Vilches

Eran aproximadamente las diez de la noche. Hacía frío pero Joaquín jugaba en el patio. Desde la muerte de Marta, él hacía lo que quería.

Estaba a punto de entrar a bañarme, cuando escuché los disparos afuera. Salí corriendo hacia allí y grité desesperado por mi hijo.

El cuerpo tenía cuatro agujeros todavía humeantes, los ojos vidriosos y la boca entreabierta.

Miré a Joaquín, aún sostenía el revólver pero a media altura, ya sin convicción. Me miraba con una mueca indecisa entre satisfacción y culpabilidad.

-El violador, me dijo con voz enfática y lo mandé a dormir.

Tenía cinco años y los ojos redondos y negros como su madre. Soltó el arma y huyó de su travesura. Esto iba a ser difícil.

Apagué la luz del patio con una tranquilidad que me sorprendía. Tenía un cadáver en mi casa y un hijo criminal.

Fui hacia mi habitación, tomé una sábana, la más vieja, (Marta hubiera dicho “esa”) y salí otra vez.

Le arrojé la manta al cuerpo, me impresionaban sus ojos. En la ventana del cuarto de Joaquín, que daba hacia el patio, la luz se apagó.

Caminé unos pasos. Pensaba llamar por teléfono a alguien, a la policía, a Claudia, a alguien, cuando vi el revólver entre el pasto. El rocío lo mojaba. Lo levanté. Lo levanté y comencé a temblar. Era de juguete.


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